Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1456
Legislatura: 1891-1892 (Cortes de 1891 a 1892)
Sesión: 12 de julio de 1892
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 245, 7742-7744
Tema: Contestación que el Sr. Presidente de la Cámara debe dar cuando sea requerido por los que desean que se discuta el proyecto de ley que modifica el régimen aduanero a que está sujeto el material de ferrocarriles

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Sagasta tiene la palabra.

El Sr. SAGASTA: Las sesiones de estos días, Sres. Diputados, y la dificultad en que todavía nos encontramos, prueban bien a las claras que es grandemente peligroso en todo tiempo, sobre todo bajo una temperatura de 33 grados, agravada por el arrebato y la violencia, prescindir en los asuntos de gobierno de la serenidad de juicio, y perder la calma en esta clase de debate; porque exagerando cada cual su derecho, tergiversando las razones, las agresiones sustituyen fácilmente a los argumentos, y las Cámaras deliberantes se convierten con frecuencia en verdaderos campos de batalla, en los cuales no se discute, se lucha, y en los que los combatientes suelen salir con mayor o menor satisfacción en su amor propio, pero de los que no salen jamás bien librados los intereses del país. Nadie en esta minoría, ni en ninguna, ha negado al Gobierno el derecho que tiene a procurar que los Cuerpos Colegisladores le traduzcan en leyes todos aquellos medios que él crea necesarios para gobernar; y si esto no lo puede conseguir, tampoco le ha negado nadie el derecho de declinar la responsabilidad que por no realizarlo pudiera caberle. Está, pues, el Gobierno en su derecho haciendo lo que ha hecho, suponiendo que esos proyectos de ley sean necesarios para gobernar, y haciendo lo que pueda para que las Cortes se los aprueben; pero enfrente de este derecho y enfrente de esta responsabilidad del Gobierno hay el derecho y la responsabilidad de las minorías, porque las minorías tienen derecho de discutir todos aquellos asuntos que creen necesario para la fiscalización de los actos y de la conducta del Gobierno, y , sobre todo, tienen con mayor razón este derecho cuando han tenido la prudencia y la abnegación de no tratar los asuntos más graves que pueden interesar a un país, en consideración a las circunstancias excepcionales y a los intereses de gobierno que se invocaban.

Tiene además las minorías pleno derecho a examinar si los medios que el Gobierno presenta como necesarios para gobernar son en efecto necesarios al país o sólo convenientes al Ministerio, lo cual no es lo mismo; y tienen, en suma, las minorías, enfrente de la responsabilidad del Gobierno, la responsabilidad en que incurrirían dejando pasar inadvertidos asuntos que han debido discutir y que no han discutido hasta ahora; asuntos cuya discusión pudiera acaso no ser conveniente al Ministerio, pero que convendría mucho a los intereses del país.

Hay, por tanto, aquí, verdaderamente, dadas las circunstancias en que nos encontramos, un choque de derechos entre el derecho del Gobierno y el derecho de las minorías. ¿Cómo se resuelve esta dificultad? El Sr. Presidente de la Cámara ha indicado el camino de resolverla; no se puede resolver más que por una armonía prudente entre el derecho de las oposiciones y el derecho de la mayoría; y por eso el señor Presidente de la Cámara se sirvió convocar a los que tenemos la honra de representar a las fracciones parlamentarias de la Cámara en oposición, y al Gobierno; y allí se discutió el asunto, se convino en que no se podían establecer sesiones extraordinarias después de lo que había pasado; en que era necesario dejar sometidas las cosas a la normalidad del Reglamento, y en que dentro de esa normalidad se discutiera lo que se pudiese discutir, con la diferencia de que el Gobierno creía que se debía dar la preferencia a sus proyectos de ley, y las oposiciones estimaban que, ante todo, tenían el deber de tratar muchas de las cuestiones que hasta hoy no han tratado, precisamente por consideración al Gobierno.

De esta prudencia de las oposiciones, mejor diría, de este patriotismo de las oposiciones, porque yo no digo que las oposiciones hayan hecho más que lo que debían hacer, pero bien puedo asegurar que no han hecho menos; de esta conducta patriótica de las oposiciones resulta que el Gobierno ha sacado del Parlamente todo lo que quería alcanzar, y las oposiciones no han discutido nada de lo que tenían derecho a discutir.

Estaban y están en el deber de discutir las oposiciones el convenio comercial con los Estado Unidos, porque hace seis meses que las Cortes están abiertas, y todavía, Sres. Diputados, no lo hemos discutido; y es una cuestión importantísima, que el Gobierno está en el compromiso de traer a la deliberación de las Cámaras, y que, en efecto, la ha traído, y se ha empezado a discutir; pero dejando el debate interrumpido; ¿cómo no se quiere que las oposiciones invoquen su derecho y exijan que ese debate continúe? No nos hemos ocupado tampoco en el modus vivendi con Francia, que tantos perjuicios ha traído [7742] a nuestro país, por grandes que sean los aplausos a que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros le merezca el Sr. Ministro de Estado, cuya habilidad es tan grande y cuya diplomacia es tan extraordinaria, que en lo que va de año. ¡repárenlo bien los Sres. Diputados! en lo que va de año ha tenido a las exportaciones españolas sometidas en la frontera francesa a tres legislaciones distintas.

En Enero, a aquel ominoso tratado de 1882; de Enero a Mayo, a la tarifa máxima francesa; y en el mes de Junio, a la tarifa mínima. ¿Pueden vivir el comercio, la industria y el trabajo en un país en que hay semejante inestabilidad? Pues, sin embargo, no hemos podido discutir esto, ni hemos podido discutir la conducta de ese Ministro de Estado, que nos hizo romper nuestras relaciones mercantiles con Francia, causando perjuicios inmensos a nuestro país y la pérdida de intereses mayor que ha tenido jamás España. Tampoco hemos discutido la cuestión de los astilleros del Nervión, cuestión que aquí ha provocado mucho ruido, y que estábamos en el deber de discutir; ni nos hemos ocupado en lo referente a la excesiva acuñación de la moneda, que está aumentando el mal que padece este desgraciado país en la esfera económica; ni nos hemos ocupado de otra porción de cuestiones que no podemos dejar sin discutir, con tanto mayor motivo, cuanto que sabe el señor Presidente del Consejo de Ministros que si no discutimos el modus vivendi cuando era oportuno hacerlo, fue por consideración a los presupuestos, pues para que no se interrumpiera su discusión y pudieran llegar oportunamente al Senado, nos callamos. El Sr. Presidente del Consejo y el Gobierno quedaron en que inmediatamente que los presupuestos fueran discutidos y aprobados, el modus vivendi vendría aquí en un dictamen para discutirlo ampliamente.

Pero ahora dice el Gobierno: pues bien, porque las oposiciones quieren discutir todo eso, y porque además hay necesidad de que el Gobierno saque adelante ciertas leyes, por eso ha venido la proposición del Sr. Silvela. Pero el camino no ha sido bueno; porque después de haber conferenciado con el señor Presidente de esta Cámara todos los jefes de las fracciones parlamentarias, y después de haber dicho éstos que no podían aceptar las sesiones extraordinarias, venir un Sr. Diputado tan importante como el Sr. Silvela con una proposición en la que se piden dos sesiones, es un verdadero reto a las minorías, y además un desdén, un desaire inusitado para las personas con quienes había tenido la atención de conferenciar nuestro digno Presidente. (Muy bien.) Estos procedimientos han dado siempre malísimos resultados aquí y fuera de aquí, porque no se puede conseguir por la imposición lo que no se logra con las buenas formas y dentro del respeto al decoro de todos.

Pero, además, la proposición para nosotros es antirreglamentaria, por la circunstancia de que no sólo se pide en ella una sesión extraordinaria, no ; en eso está en su derecho el Sr. Silvela y lo estaría la mayoría acordándolo, sino que se pide para un objeto determinado y en una forma concreta que destruye el Reglamento; porque, después de todo, si hay necesidad de discutir todos los problemas que las oposiciones quieran y, además, es forzoso aprobar ciertas leyes que el Gobierno trae, y no hay bastante con una sesión, podía el Sr. Silvela haberse limitado a pedir que se aumentaran las horas de sesión o a pedir dos sesiones, pero siempre dentro del Reglamento; las oposiciones entonces habrían cumplido sus compromisos, y al mismo tiempo se hubiera discutido lo que el Gobierno quería.

"Que las oposiciones podían conceder las tres horas de sesión extraordinaria para un asunto determinado, como se ha hecho otras veces". No estoy conforme; yo no sé que nunca se haya hecho esto, fuera de la discusión de los presupuestos, que es una discusión excepcional y que no puede alegarse como precedente. Pero, además, esos acuerdos se han tomado siempre por unanimidad, y por tanto, no pueden servir ahora de excusa, porque realmente con ellos no resultaba violado derecho ninguno.

"Que por qué no aceptamos las horas extraordinarias." Ante todo, por la violencia de la forma en que se han pedido, y después, porque lo mismo los asuntos que quieren discutir las oposiciones, que las leyes que desea ver aprobadas el Gobierno, son asuntos muy importantes para tratados en sesiones extraordinarias, bajo una temperatura de 33 grados, y de manera que todos ellos vendrían a resolverse más por el cansancio y el aburrimiento que por la reflexión y la discusión amplia y detenida. Así no se pueden hacer las leyes.

Pero, ¿es que de esto tienen culpa las oposiciones? De esta premura de las circunstancias, de esta falta de tiempo, ¿Tienen la culpa las oposiciones?

Yo, dado lo avanzado de la hora, quiero ser muy breve; pero no puedo menos de hacerme cargo de unas palabras del Sr. Presidente del Consejo de Ministros; palabras que, desde aquí, en nombre de esta minoría, y creo que puedo hacerlo en nombre de todas, no tengo más remedio que rechazar.

Supone S. S. que por no aprobarse esos proyectos de ley va a sufrir el país graves trastornos. Supóngalo S. S. enhorabuena. Pero dice S. S.: luego si no se discuten esos proyectos, la responsabilidad de lo que ocurra no será del Gobierno, será de las oposiciones. Eso es lo que no podemos admitir.

¿Qué culpa tienen las oposiciones de que hayamos llegado a estas alturas, y no se hayan podido aprobar ni discutir esos y otros proyectos de ley? ¿Qué culpa tienen las oposiciones de que no pase día sin que al Gobierno le ocurra un conflicto? ¿Qué culpa tienen las oposiciones de que todos los días tengamos que venir a fiscalizar los actos del Gobierno, ya por la huelga de los telegrafistas, ya por retraerse el capital de las negociaciones bursátiles, ya por amotinarse las verduleras, ya por alterarse el orden público en muchos pueblos? ¿O es que pretende el Gobierno que las oposiciones no se ocupen en todas estas cosas? Pues todavía está por discutir la conducta del Gobierno en todas estas cuestiones.

"Que en la discusión de los presupuestos se ha invertido mucho tiempo." ¿Qué culpa tienen las oposiciones de que el Gobierno no haya tenido un pensamiento definido, concreto y firme, para presentarle ante la Cámara, para sostenerle en la Comisión y defenderle luego en la discusión del dictamen? Aquí nos hemos encontrado con que primero se ha presentado, en Febrero, un presupuesto en el cual, después de haber dicho en pocos días antes que había 64 millones de déficit, sin hacer apenas innovaciones, resultaba un déficit de millón y medio de pesetas. Después, en Abril, presenta la ponencia la Comi-[7743] sión un presupuesto con 18 millones de superávit. Le pareció poco lo hecho por el Gobierno, y dijo: ¡allá voy con 18 millones de superávit!

Luego, en Mayo, presenta la Comisión un presupuesto definitivo, no con millón y medio de déficit, como el Gobierno, ni con 18 millones de superávit, como la ponencia, sino con un superávit de o millones de pesetas. ¿Se puede dar mayor desbarajuste de criterio? Ante este desbarajuste de criterio, ¿qué extraño es que las oposiciones discutieran mucho? Además, y después de todo, ¿qué detención ha habido, cuando los presupuestos, mejor dicho, el presupuesto de ingresos se ha presentado casi al finalizar el mes de Mayo?

El Sr. PRESIDENTE: Señor Sagasta, han terminado las horas de Reglamento, y si S. S. piensa extenderse más, preguntaremos al Congreso si acuerda prorrogar la sesión hasta la terminación de este incidente. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Lo que quiera el Sr. Sagasta.)

El Sr. SAGASTA: Si el Gobierno acepta algo para salvar esta dificultad, porque así no se puede continuar, yo concluyo en seguida y prescindo de todo lo que tenía que decir.

El Gobierno no cede de su derecho; las oposiciones, que se creen violentadas y ofendidas, no ceden en el suyo; y resulta, con este choque de derechos, que lo que está sufriendo grandemente es el sistema representativo. ¿El Gobierno no quiere ceder? Pues no cederán las oposiciones; y además, el Gobierno es el que ha empezado por declarar la guerra, porque la guerra partió de la mayoría. (Denegaciones en los bancos de la mayoría.-Afirmaciones en los de las minorías.) Pues bien; ¿no quiere ceder el Gobierno? No cederán las oposiciones. Vamos a ceder todos, que bien podemos hacerlo en aras del sistema representativo; pues al fin y al cabo, lo que hacemos, en lugar de remediar un mal, es producir otro mayor.

No volvamos a acordarnos de la proposición presentada por el Sr. Silvela, para lo cual no ha de hacer S. S. sacrificio alguno, porque no tiene ya el Sr. Silvela que retirarla, puesto que es del Congreso. Desde que se tomó en consideración la proposición del Sr. Silvela, dejó de ser suya, y pasó a ser del Congreso. Está en el orden del día; con no volverla a poner a discusión, derecho que tiene el Sr. Presidente, no tenemos por qué acordarnos para nada de la proposición del Sr. Silvela. De esa manera continúan las cosas dentro de la normalidad del Reglamento.

Con las cuatro horas de sesión, vamos a discutir todos aquellos asuntos que las oposiciones tienen el derecho a discutir; y a la prudencia, a la imparcialidad del Presidente dejan encomendado las oposiciones, sin que tengan inconveniente alguno en ello, el momento en que crea que debe poner a discusión los proyectos de ley en que el gobierno dice tener interés. Las oposiciones están dispuestas a aceptar esto. ¿Les parecen mal los proyectos que el Gobierno presenta? Pues que los discutan todo lo que tengan por conveniente; que procuren modificarlos como lo crean mejor para los intereses del país. Y si después de este esfuerzo del Gobierno y de este sacrificio de las oposiciones, los proyectos de ley que el Gobierno tiene pendientes no fuesen aprobados, que se resigne el Gobierno como se han resignado todos los demás Gobiernos, y que deje su aprobación para la próxima legislatura; que al fin y al cabo, en manos de ese Gobierno o del que le sustituya, está el aproximarla lo más posible.

¿No se quiere esto que yo de buena fe propongo? Pues téngase en cuenta que de seguir las cosas así, no ganará nada el Gobierno, no sacará nada el Gobierno; las oposiciones no discutiremos tampoco nada, y todo lo que resulte será en daño del Gobierno, en daño de las oposiciones, en daño de las Cortes, en daño del sistema representativo y en daño de todos y de todo. He dicho. (Aprobación en las minorías.)



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